Cuadernos de

Medicina Forense

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Bibliofilia Médicolegal

 


Alfonso Galnares Ysern

Académico Numerario de la Real Academia de Medicina de Sevilla


 

Como es habitual en los libros de Medicina Legal del Siglo XIX, esta obra empieza con el planteamiento de intenciones de su autor en el que destaca la pretensión de conseguir la justa extensión, equidistante de lo monumental de Zachias y lo abreviado de Belloc, y la preferencia de manifestar el estado de duda, según lo literalmente escrito, "antes de dar por principios inconclusos los que no lo son". Esto lo hace siguiendo un orden, también muy común en su época, que empieza por el principio del hombre (edades, nacimiento, embarazo, parto y aborto) y manteniendo siempre un estilo fluido, gráfico y didáctico, lo que en palabras del autor se corresponde a "no enojar con la pesadez del escrito al discípulo fatigado de discurrir para que más fácilmente vuelva a tomar en sus manos el libro que ha de instruirle".


La calidad y la originalidad de la obra se observa en el distanciamiento del enciclopedismo a ultranza, en la reducción al mínimo de adornos retóricos, aunque no falten frases en latín, en la limitación de exposición de casos y en la obtención de definiciones propias sin necesidad de anteponer otras anteriores, lo que en aquella época era casi sistemático.


Una característica fundamental, deducible del uso constante de la denominación de Médico Legista en lugar de Médico Forense y de citar con mucha más frecuencia a Foderé y Devergie que a Mata, es la influencia directa de la Medicina Legal Francesa, lo que quizá también explique la claridad del texto.


Leyendo el libro, es fácil encontrar fragmentos del texto que siguen siendo válidos, muy especialmente y como es lógico, en las descripciones de autopsia y en los capítulos tan clásicos en Medicina Legal, como las asfixias mecánicas, pero lo que aquí interesa es precisamente lo desfasado por su valor documental. En esta línea está la consideración de la limitación de la estabilidad temperamental entre los veinticinco y treinta años con la inmediatamente posterior "economía de las comunicaciones sexuales" del comienzo de la vejez a los cincuenta años, de la distribución de años en septenarios como número pitagórico, del respeto a reglas desconocidas y de las definiciones de loco meníngeo y locura de la preñez.


Otro aspecto, reflejo de la época, está en la deducción de las condiciones sociales. El autor se posiciona contra la embriaguez e incluso contra la locura como atenuantes, por poder servir de pretexto para eludir la justicia, mira benevolentemente el diagnóstico de embarazo cuando sirve para solamente retrasar el ajusticiamiento de la gestante, se proclama antiabortista y se queja del silencio legal sobre el infanticidio, pareciéndonos ver también en estos dos últimos casos la religiosidad del autor con inclinación más a la observación del Código Canónico que a la permisividad entonces imperante.


Por último, la adelantada visión de la Medicina Legal, dedicando capítulos a la Criminología (incluyendo la falsificación de documentos) y la responsabilidad médica, a lo que dedica quince páginas a pesar de no ser entonces ni mucho menos un tema de actualidad.

 

 

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