Cuadernos de

Medicina Forense

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Bibliofilia Médicolegal

 


Alfonso Galnares Ysern

Académico Numerario de la Real Academia de Medicina de Sevilla


 

El Tratado de Medicina Legal de Ferrer y Garcés, reúne unas características que lo hacen único dentro de una época, mediado del Siglo XIX, de máximo esplendor médicolegal, a partir de la divulgación escrita del pensamiento de los grandes maestros franceses. Entre ellos el autor español, inmerecidamente olvidado, da preferencia a la explicación que a la descripción, lo que hace que la obra venga subtitulada como "Exposición Razonada de las cuestiones médico jurídicas". En segundo lugar, el haber adoptado la decisión de ser conciso y limitado a solo algunos temas, distanciándose de la monumentalidad de Zachias y de la parquedad de Belloc por ambos extremos y de las divagaciones extramedicolegales de Foderé. En tercer lugar pondríamos la original disposición del Temario empezando por la concepción y terminando con lo acaecible a lo largo de la vida.


Sobre estos tres puntos básicos hay otros méritos que añaden singularidad, como la gran base cultural médica, jurídica y filológica (con constantes citas en latín y francés), la gran calidad de expresión, que le hace definir su trabajo como obra literaria "con evitación de desaliño en el estilo", con lo que consigue la amenidad lograda por otros a fuerza de anécdotas y final y muy principalmente la firmeza en la sustentación de criterios, deteniéndose, siempre con respeto, en sus divergencias nada menos que con Orfila o Devergíe.


Comentario aparte merece el hecho de que en todo el Tratado se mencione ni una sola vez a Mata, habiendo coincidido con él en la Universidad de Barcelona y publicado su obra en 1847, un año después de la primera edición del Compendio de Toxicología y varios después de la publicación de su Vademécum. Bien pudiera ser que la influencia científica y política del creador del Cuerpo de Médicos Forenses, oscureciera la persona y la obra de su compañero de claustro.
Entrando ya en el contenido, consta el libro de solamente seis capítulos, tratando el primero de las edades, matrimonio, impotencia, embarazo y parto y estado mental (de cuyo diagnóstico para obtener la inimputabilidad se muestra un obstinado objetor). El segundo se refiere a la violación, que él llama estupro violento, donde también expresa criterios tan restrictivos, en evitación de condenas a inocentes, que prácticamente le lleva a decir que solo es factible el diagnóstico negativo. En el mismo capítulo incluye las heridas con cuyo nombre designa también los traumatismos cerrados y las enfermedades simuladas, que trata con gran extensión y detalle, y las quemaduras, con la inevitable cita de su tiempo de la posibilidad de combustiones espontáneas.


El capítulo tercero es sobre tanatología, dedicándole menos de 100 páginas a todos sus aspectos y práctica de autopsias. Los dos últimos capítulos, pasan muy brevemente sobre manchas, falsificación de documentos (en lo que se ve la modernidad de incluir temas de criminalística) y responsabilidad médica, tema este que rechaza con extraordinario rigor.

 

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