Cuadernos de

Medicina Forense

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Bibliofilia M�dicolegal

 


Alfonso Galnares Ysern

Acad�mico Numerario de la Real Academia de Medicina de Sevilla


 

 

La medicina Legal tiene en Espa�a una larga tradici�n, con su m�s honda ra�z enterrada en la Universidad, donde hace m�s de un siglo empez� a figurar como Asignatura de nuestra Facultad, al lado de las solo existentes entonces, las cl�sicas M�dicas y Quir�rgicas y la Obstetricia, uni�ndose con la Higiene a ense�ar por primera vez la capacidad del Arte de la Medicina fuera de los campos del diagn�stico y de la terap�utica.

 

Esto dio lugar a que en una �poca en la que solamente figuraban como transmisores de conocimientos los libros, se produjera su proliferaci�n, traduciendo los ya existentes, fundamentalmente franceses, y creando la obra escrita propia, dando lugar a unos importantes fondos bibliogr�ficos que formaban parte de las antiguas bibliotecas m�dicas, en las que siempre hab�a un hueco para un texto de Medicina Legal. De su extracci�n queremos llevar a cabo el estudio continuado de la Medicina Legal a trav�s de la Bibliofilia, lo que presentamos como un trabajo original y personal, que veremos m�s que compensado con su publicaci�n como una nueva secci�n en los Cuadernos de Medicina Forense de nuestra Asociaci�n Andaluza.

 

La primera obra a comentar es el Tratado de Medicina Legal de Mateo Orfila, prioridad que no nos ha ofrecido duda, por corresponderle a su autor la gloria de ser el autor espa�ol admitido universalmente como creador de la Toxicolog�a, rama fundamental de la Medicina Legal.

 

La edici�n que estudiamos es de 1847, est� publicada en Madrid en la Imprenta de D. Jos� Mar�a Alonso y consta de cuatro tomos, unidos en dos, por encuadernaci�n muy posterior de uno de sus anteriores propietarios, el m�dico sevillano J.F. Lassaletta y tiene en la guarda del primero el excepcional documento gr�fico del retrato en grabado del autor, con la toga de Decano de la Facultad de Medicina de Par�s y la Legi�n de Honor, y su firma y r�brica a pluma.

 

El pr�logo de esta cuarta edici�n, fue encomendado junto con la adaptaci�n a la legislaci�n espa�ola al Dr. D. Enrique Ataide, Regente Agregado en la Facultad de Madrid y encargado en ella de la asignatura de Cirug�a Legal para los pr�cticos y cirujanos. En �l se incluye, al uso de la �poca, la biograf�a del autor, por donde nos informamos de que si bien Orfila alcanz� su m�ximo prestigio en Francia, Espa�a, en contra del com�n sentir, siempre lo valor�, tanto desde el principio, cuando a los diecinueve a�os la Junta de Comercio de Barcelona lo pensiona para que estudie en Par�s con la condici�n de que desempe�e la C�tedra de Qu�mica a su vuelta, como, cuando acabada la Guerra de la Independencia, le ofrecen otra c�tedra en Madrid a la que renuncia y cuando ya naturalizado franc�s, esta misma Facultad le concede el doctorado a t�tulo honor�fico. De la meditaci�n de estos hechos nos nace la duda de que el olvido posterior de su figura en Espa�a, fuera debido m�s que a los pol�ticos, a los que, por cient�ficos, hubiesen estado m�s obligados a enaltecerlo.

 

El Tomo I, de 728 p�ginas re�ne las siguientes materias: documentaci�n medicolegal, fisiopatolog�a de la evoluci�n (que el autor denomina Historia de las Edades), identificaci�n (aqu� llamada Cuestiones de Identidad), atentados contra el pudor (a la que dedica solamente veinticuatro p�ginas), partes legales espa�olas, matrimonio, maternidad y paternidad, simulaci�n, enfermedades mentales (con sesenta y dos p�ginas en las que incluye la embriaguez y en donde a pi� de p�gina hay una simple nota referente a Pinel) y por �ltimo la muerte (en la que trata sucesivamente de las causas, las autopsias y los fen�menos cadav�ricos).

 

El Tomo II tiene 560 p�ginas que tratan sucesivamente de la muerte aparente, exhumaciones, infanticidio, inanici�n y heridas, todas ellas con extensa exposici�n tambi�n de la parte legal espa�ola. Los dos �ltimos tomos unen cerca de mil p�ginas dedicadas a los envenenamientos, con gran dedicaci�n de simple suplemento a la que entonces empezaba a ser conocida intoxicaci�n saturnina.

 

La lectura completa de la obra, de denso texto, sin gr�ficos y con solo alguna tabla rudimentaria, asombra por su elegante prosa, rigor conceptual, jerarquizaci�n de criterios (observado, probado, convincente, asegurable y evidente) y extensi�n de la descripci�n qu�mica experimental, todo lo cual hace que el Tratado sea menos anecd�tico y por lo tanto menos ameno que otras obras de la �poca. Pero lo que llama m�s la atenci�n es el convencimiento de su autoridad, criticando cuando se lo merece nada menos que a Foder� en su propio pa�s, a Cullerier, negando su descripci�n del ano de los pederastas y destacando en estos, en contra de Devergie al que contradice tantas veces, que solamente lo hace cinco veces en catorce p�ginas.

 

Dos observaciones finales para resaltar su visi�n de futuro: los apartados dedicados a la falsificaci�n de documentos, ahora parte integrante de la Criminal�stica y las negligencias m�dicas, a las que solo considera cuando son incomprensibles ("quia non intellexerunt") y en las que cree que en ocasiones debe recaer sobre el demandante "la odiosidad de la acusaci�n".

 

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